El tiempo que dedican las mujeres a los trabajos del hogar restringe notablemente sus posibilidades de desarrollo personal a todos los niveles, mermando sus opciones de integración en el mercado laboral y limitando o anulando su participación en la política y en la sociedad. Ocuparse de estos trabajos domésticos y de cuidado familiar, aunque su- pone una contribución importante en la economía de los países, las discrimina dejándolas al margen de las medidas de protección social indispensables para la satisfacción autónoma de sus necesidades.
La abrumadora carga del trabajo doméstico es un factor estructural de desigualdad entre hombres y mujeres, ya que supone que ellas no dispongan del mismo tiempo para el aprendizaje, la especialización, el ocio, la participación social y política o el cuidado personal. A la vez, implica mayores dificultades para insertarse trabajando fuera del hogar, lo que les obliga a tener que enfocar su actividad laboral remunerada hacia trabajos poco valorados y mal retribuidos.
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